Sin duda alguna uno de los grupos escultóricos que más han influido en la historia del arte es el de Laocoonte y sus hijos. Aunque hay diversas teorías, su datación más aceptada es en el siglo I a.C., entre los años 40 y 30 antes del nacimiento de Cristo, y se cree que fue obra de los escultores Agesandro, Polidoro y Atenodoro de Rodas, pertenecientes a la escuela de Rodas del periodo helenístico. Representa al sacerdote troyano Laooconte quien, tras oponerse a la entrada en la ciudad del famoso Caballo de Troya, fue castigado por los dioses con el ataque de dos serpientes marinas que le mataron junto a sus hijos mellizos.

Su hallazgo supuso toda una revolución. Este sucedió la fría mañana del 14 de enero de 1506 en un viñedo propiedad de Felice de Fredis que estaba situado en la colina del Esquilino, cercana a Roma. En este lugar se había situado anteriormente la Domus Aurea de Nerón y, después, el palacio del emperador Tito. Cuando el papa Julio II se enteró de tan importante hallazgo, envió a dos artistas de su plena confianza a reconocer la obra: Giuliano de Sangallo y Miguel Ángel Buonarroti. Nada más verla, Sangallo identificó la escultura como el famoso Laocoonte que el autor romano Plinio el Viejo había visto en el palacio de Tito hacia el año 70 a.C. y que describía en su obra Naturalis Historia. Ambos artistas, impresionados por el hallazgo, recomendaron al papa la adquisición de tan magna obra, y este, tras unas breves negociaciones, la adquirió por 600 ducados –una importante cantidad en aquellos días-. En 1509 Julio II ordenó trasladarla al Vaticano y la colocó en uno de los tres nichos del patio octogonal del Belvedere (perteneciente actualmente a los Museos Vaticanos) junto al Apolo de Belvedere y la Venus Felix.

Cuando se halló, la escultura no se encontraba entera. De hecho, faltaban los brazos derechos de Laocoonte y de uno de sus hijos, la mano derecha del otro, así como algunas piezas de las serpientes. De su estado entonces queda como testimonio el grabado que realizó pocos años después Marco Dente y que se conserva en el Metropolitan de Nueva York. Fue así como surgió una amplia controversia sobre cómo debía ser el brazo desaparecido del sacerdote. Por un lado estaban los partidarios de que la extremidad debía estar flexionada, como defendía, entre otros, el propio Miguel Ángel o Amico Aspertini, quien realizó un dibujo del miembro desaparecido en esa posición. Por otro lado estaban los que apostaban a que el brazo estaba extendido. Así comenzaron una serie de restauraciones con menor o mayor fortuna.

Reproducción del Laocoonte por Bandinelli, expuesta en la galería Uffizi de Florencia.

Reproducción del Laocoonte por Bandinelli, expuesta en la galería Uffizi de Florencia. / Foto: Titanio Estudio.

Una primera reconstrucción se realizó en 1520 de la mano de Baccio Bandinelli, quien realizó una reproducción del brazo doblado en cera que se perdió posteriormente, aunque sí que se conserva una reproducción de todo el conjunto con su brazo añadido que se puede ver a día de hoy en la galería de los Ufizzi, en Florencia. Doce años después, en 1532, Giovanni Angelo Montorsoli realizó otro brazo, pero esta vez estirado y en terracota. Este trabajo provocó la sorna del mismísimo Tiziano, quien lo crítico con una caricatura en la que Tanto Laocoonte como sus hijos aparecían transformados en monos, dibujo que se convirtió en grabado bajo la firma de Niccolò Boldrini.

Caricatura del Laocoonte dibujada por Tiziano y grabada por Niccolò Boldrini.

Caricatura del Laocoonte dibujada por Tiziano y grabada por Niccolò Boldrini. / Foto: Wikipedia.

Ya en siglo XVIII, en 1725, Agostino Cornacchini vuelve a modificar la propuesta anterior, esta vez en mármol, al levantar, quizá en exceso, los brazos de Laocoonte y de uno de sus hijos. Esta modificación no fue muy aceptada, por lo que, al regreso de la obra al Vaticano tras haber permanecido en París desde 1798, a donde la había trasladado el ejército de Napoleón tras cogerla como botín de guerra, fue de nuevo modificada por el escultor neoclásico Cánova en 1819, quien vuelve a aproximarse a la composición que había propuesto Montorsoli dos siglos antes.

De cualquier manera, y de forma totalmente inesperada y casual, la controversia sobre la posición del brazo de Laooconte finalizó en 1905, cuando el arqueólogo Ludwick Pollack encontró el brazo original del troyano en una vieja tienda de antigüedades de Vía Labicana, cerca de la colina del Esquilino donde se había encontrado el conjunto prácticamente cuatro siglos antes. Así, se pudo comprobar que efectivamente el brazo se encontraba flexionado como ya había anticipado Miguel Ángel. Finalmente, entre 1957 y 1960, Filippo Magi realizó la restauración definitiva, retirando las piezas añadidas durante tantos años y colocando el brazo original de la obra.

Versión de Laoconte y sus hijos según El Greco.

Versión de Laoconte y sus hijos según El Greco. / Foto: arte.laguia2000.com

Así, con el paso de los años, Laocoonte y sus hijos se ha convertido en una referencia imprescindible en la historia del Arte y ha servido de inspiración a numerosos artistas. Es el caso del propio Miguel Ángel, que estudió en profundidad la escultura para aplicar lo aprendido en numerosos trabajos, como por ejemplo, La Serpiente de Bronce, una de las escenas que pintó en la bóveda de la capilla Sixtina, o en dos de los esclavos realizados en la tumba de Julio II. También se inspiraron en ella Juan de Bolonia para su conjunto escultórico El rapto de la Sabina, o Rafael en El Parnaso, en el que se aprecia la similitud del rostro de Laocoonte con el de Homero, representado en la obra. También realizaron sus propias versiones del conjunto artistas tan diversos como Rubens, El Greco, William Blake, Max Ersnt o el ya mencionado Tiziano. Además, fue objeto de diferentes ensayos de escritores como Wincklemann, Lessing, Goethe o Schopenhauer.