El pasado 3 de julio comenzó la colocación del andamiaje para las obras de restauración de La Giralda, uno de los monumentos más emblemáticos no solo de Sevilla, sino de todo el país. Estas tareas, que se desarrollarán hasta finales de año, se centrarán en su cara oeste, donde por primera vez se ha instalado el citado andamio que va desde el Patio de los Naranjos a la azotea de las Azucenas, casi al borde de las campanas. Sin embargo, estos trabajos no impedirán que los turistas puedan seguir visitando esta conocida edificación almohade, aunque con algunas restricciones para garantizar su seguridad.

Con el fin de evitar el impacto estético que las obras pudieran causar, el Cabildo Catedral, responsable de su ejecución y financiación, decidió realizar las tareas de consolidación en tres fases, para que así siempre hubiera tres caras del campanario visibles. Por ello, tras la cara oeste, escogida en primer lugar por ser la que menos se ve desde el exterior, le seguirán, en este orden, la sur, la este y la norte. Aunque la idea es ir reparando una por año, su restauración responderá a la disponibilidad presupuestaria. De cualquier manera, las dos siguientes ya están en fase de redacción. Y para la supervisión de la correcta ejecución de esta intervención, el Cabildo catedralicio ya ha nombrado un comité formado por expertos de reconocido prestigio profesional tanto a nivel nacional como internacional.

En la últimas inspecciones realizadas en La Giralda, llevadas a cabo en abril de 2014, marzo de 2015 y marzo del año pasado, se detectaron problemas de conservación en la superficie de la torre. En concreto, se diagnosticaron alteraciones cromáticas en la superficie de los azulejos cerámicos, que serán sustituidos por otros de iguales características en aquellos casos en los que hayan perdido al menos un tercio de su color negro original, así como fisuras, humedades, alteraciones antropogénicas (como parches o chapados de mampostería), o la acción de agentes biológicos como musgos, líquenes, plantas superficiales, etc.

El equipo multidisciplinar que llevará a cabo la restauración actuará en varios puntos. En primer lugar, en la superficie de ladrillo cerámico: con labores de limpieza, consolidación, reintegración, rejuntado y recuperación del arranque de los sebkas (elemento decorativo en forma de entrelazado geométrico romboidal que cubre arcos, paredes, etc) del nivel inferior. En segundo lugar, en los revestimientos presentes en los diferentes elementos arquitectónicos: se tomarán muestras para analizar en el laboratorio, y se acometerán tareas de preconsolidación, limpieza y consolidación. En tercer lugar, sobre la cerámica vidriada: con labores de limpieza, reintegración y protección. En cuarto lugar, en los elementos de piedra: recibirán una limpieza general en columnas y capiteles. En quinto lugar, en los elementos metálicos: además de limpieza y protección, obtendrán la reposición de los zunchos (en este caso abrazaderas de hierro u otro material destinadas a mantener unidas las partes de la estructura) deteriorados en 1755. Y, en sexto y último lugar, en las instalaciones, revisándolas y mejorándolas en los casos en que fuera necesario. Además, durante estas tareas se irán reponiendo los elementos que fueron retirados por riesgo de desprendimiento durante las inspecciones.

La Giralda ya empezó a recibir retoques tras su construcción original en el siglo XII, aunque no se llevaron a cabo de manera continuada hasta finales del siglo XVI. La última acción parecida a la que ahora comienza se remonta a 1982, cuando se limpió la superficie del campanario. Aunque actualmente la torre no presenta ningún daño estructural, el Cabildo Catedral ha calificado como “urgentes” estas obras, cuya primera fase durará 6 meses con un presupuesto de 339.168€, de cara a consolidar los elementos y decoración de esta importante y bella construcción de origen musulmán.

 

Con el fin de atraer el interés turístico más allá de ciudades como Roma, Florencia, Venecia o Milán, las autoridades italianas van a ceder gratuitamente 103 edificios con valor histórico-artístico, como castillos, palacios o villas, a emprendedores de menos con 40 años, con la única condición de que sean restaurados para convertirlos en puntos de potencial atractivo para los viajeros. El plazo de solicitud de este “plan estratégico turístico” finalizó el pasado 26 de junio, pero está previsto que Italia añada otras 200 construcciones a esta iniciativa en los próximos dos años.

Entre las sugerencias que la Agenzia del Demanio, versión italiana de Patrimonio Nacional y promotora de esta idea, ofrece a los futuros propietarios están las de convertir estos edificios en hoteles, restaurantes, centros de interpretación, tiendas o spas con la intención de contribuir a revitalizar zonas económicamente deprimidas. De hecho, un gran número de ellos están en rutas de turismo rural, histórico o religioso. En concreto, se encuentran en la Vía Apia, que une Roma con la ciudad costera de Brindisi; la Vía Francígena, los Caminos de San Francisco y de San Benito, además de en diversas ciclovías y otras rutas conocidas a nivel local. Las concesiones iniciales gratuitas se otorgarán a menores de 40 años a título individual o como miembros de una cooperativa o compañía de otro tipo, y tendrán una duración de nueve años, prorrogables a otros nueve. Incluso si el proyecto es lo suficientemente sólido se podría ampliar el contrato hasta 50 años.

En esta primera fase se incluyen lugares como el Castello di Montefiore, datado en el siglo XIII, o el Castello di Blera, edificado en el XII y que aún posee rasgos medievales. Anteriormente, en 2013, ya se intentaron vender cincuenta monumentos, entre ellos el Castello Odescalch, cercano a Roma, pero solo se compraron unos pocos. Y ya en 2015  se llevó a cabo una iniciativa similar, cuando se vendieron treinta faros de los cuales muchos siguen hoy en día desarrollando su actividad.