Detalle de ““El nacimiento de Venus”, de Botticelli”.

A sus 70 años, contemplaba con deleite “El nacimiento de Venus” de Botticelli. Sin darse apenas cuenta, se había dejado embelesar por este cuadro, una de las joyas de la Galería de los Uffizzi florentina: sus suaves tonos, sus figuras evocadoras, la definición de sus trazos… Hasta que empezó a encontrarse indispuesto. Tanto, que hasta perdió el conocimiento en la amplia sala abarrotada de turistas. Su fortuna fue que un grupo de ellos estaba compuesto por cuatro médicos romanos, quienes pudieron atenderle rápidamente con un desfibrilador antes de que la situación se hubiera agravado aún más.

 

“El nacimiento de Venus” en la galería de los Uffizzi.

“El nacimiento de Venus” en la galería de los Uffizzi.

Este incidente ocurrió el pasado 15 de diciembre y parece tratarse de un nuevo caso del llamado síndrome de Stendhal. Este trastorno, también conocido como síndrome de Florencia o estrés del viajero, es en realidad una enfermedad psicosomática que puede producir un aumento del ritmo cardiaco, vértigos, confusión, temblores, palpitaciones, e incluso alucinaciones en algunas personas cuando se encuentran ante importantes obras de arte. Algunos añadirían, entre los síntomas de los casos más extremos, el infarto, como el que sufrió el afectado del pasado año.

Stendhal

Retrato del escritor Stendhal (1783-1842), quien dio nombre al síndrome.

Retrato del escritor Stendhal (1783-1842), quien dio nombre al síndrome. / Foto: Wikipedia.

Su nombre proviene de Marie-Henri Beyle, escritor francés más conocido como Stendhal, quien en su obra “Roma, Nápoles y Florencia”, publicada en 1817, describió la siguiente experiencia: “Me encontraba ya en una especie de éxtasis por la idea de encontrarme en Florencia… Absorbido en la contemplación de la belleza sublime, la veía de cerca, la tocaba por así decirlo. Había alcanzado ese nivel de emoción, donde se encuentran las sensaciones celestiales que dan las artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Cruz, me dio un vuelco el corazón, caminaba con el temor de caer”. Se refería nada menos que a la basílica franciscana de la Santa Cruz, donde se encuentran las tumbas de Miguel Ángel, Dante, Maquiavelo, Canova y Galileo, así como obras de Giotto, Donatello, Brunelleschi y Cimabue.

Sin embargo, no fue hasta 1979 cuando el síndrome fue descrito médicamente por la psiquiatra italiana Graziella Magherini, durante años directora del departamento de Salud Mental del hospital de Santa María Nuova de Florencia, quien recogió 106 casos solo en la capital toscana entre los años 1977 y 1986, y que publicó sus conclusiones en el libro “El síndrome de Stendhal: el malestar del viajero frente a la grandeza del arte”. Hoy en día, gran parte de los psicólogos clínicos reconocen la existencia de este trastorno, pero también existe cierta controversia al respecto, ya que otros opinan que la definición de este trastorno coincidió con los años del despegue turístico global, aumentando notablemente entonces el número de casos descritos precisamente en Florencia. Para los más escépticos, esta excesiva divulgación podría responder a una campaña desde la propia ciudad para ensalzar aún más la belleza de sus monumentos y atraer de esta manera a más visitantes. Por otro lado, también los hay que creen que con la difusión de estos casos se está contribuyendo a que haya aún más por mera sugestión.

“La cabeza de Medusa”, de Caravaggio.

“La cabeza de Medusa”, de Caravaggio.

De cualquier manera, los ejemplos no dejan de sucederse. El arriba mencionado es el más grave que se ha registrado en la galería de los Uffizi, pero no el único. Un par de años atrás un joven sufrió un ataque epiléptico frente a otro cuadro de Botticelli, esta vez “La primavera”. Y hace un año, durante la inauguración de una nueva sala dedicada a Caravaggio, un hombre se desvaneció frente a la “La cabeza de Medusa” del artista barroco. Cabe pensar que, al igual que está comprobado el efecto terapéutico de la contemplación del arte en muchos pacientes con enfermedades físicas y mentales, otras personas, dotadas de gran sensibilidad, puedan sufrir en sus organismos el efecto contrario.